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Familia fundadora de la Oebb refugió en Chile a cientos de exiliados políticos de Uruguay

Actualizado: 4 jul 2022

Entrevista a los hijos e hijas de Daniel Palma y Elfrida Sepúlveda


Este 27 de junio hicieron 49 años que se llevó a cabo el golpe de Estado en Uruguay que dio comienzo a la dictadura cívico-militar que duró 12 años (1973 - 1985). En estos años muchos uruguayos y uruguayas tuvieron que exiliarse y refugiarse en otros países, teniendo que buscar estrategias para poder continuar con sus vidas.


Uno de los países que refugió a cientos de uruguayos y uruguayas fue Chile, y la familia que realizó un trabajo de solidaridad y articulación para los exiliados políticos fue la de Daniel Palma y Elfrida Sepúlveda, fundadores de la Obra Ecuménica Barrio Borro.


En esta oportunidad tuvimos la oportunidad de entrevistar a los hijos e hijas de este matrimonio que fundó nuestra institución, para que nos cuenten qué implicó vivir en un hogar con exiliados y exiliadas del país en el que sus padres vivieron muchos años -y en el que varias de ellas nacieron-. En la entrevista participó Elfrida, Daniel, Rut, Sergio y a lo último se sumó Rosita, donde en primera persona pudieron narrar sus experiencias en esos años oscuros.


Elfrida, Rosita y Daniel en un columpio frente a su casa en Barrio Borro.



Comenzaron presentándose.


Soy Elfrida, hija mayor de la tribu Palma Sepúlveda, llegué a Uruguay cuando tenía 8 meses de edad, primero llegamos al centro de Montevideo con algunas familias que nos acogieron, y luego nos fuimos al barrio Borro. Soy trabajadora social, trabajé en Chile en Derechos Humanos y en la administración pública chilena cuando volvió la democracia, y desde hace 20 años vivo en el sur de Francia, tengo 64 años.

Soy Daniel Palma Sepúlveda, hijo de Daniel y Elfrida, nací en Uruguay en el año 60 y después nos mudamos a Buenos Aires a los 5 años. No tengo muchos recuerdos de Montevideo de niño, pero si me han contado muchas historias porque yo era bastante curioso; a la Obra Ecuménica Barrio Borro (Oebb) como lugar físico la referencio como “la iglesia de Montevideo, del Borro”.


Soy Rut Palma Sepúlveda, la cuarta de seis hermanos, de esta familia numerosa. Me encanta escuchar las historias de mi papá, de la gran persona que fue. No tengo mayores recuerdos de Uruguay, son muy vagos porque era muy pequeñita, tenía 3 años, en mi mente tengo espacios físicos pero quizás es por las fotografías que vi a posterior.

Este contacto nos permite mantenernos sin perder la memoria, agradezco que involucres a la familia y a todas las personas que trabajaron en esa época de dictadura tan difícil.

Soy Sergio Palma Sepúlveda, no nací de Uruguay, soy argentino, me tocó nacer después de que pasaron de Uruguay a Buenos Aires porque mi padre se fue a estudiar. Tuve la oportunidad de conocer hace cuatro años atrás la Obra Ecuménica Barrio Borro con Ana Olivera, que para nosotros es “Titina”. Titina fue el nombre con la que la conocimos aquí en Chile, ella llego y era su chapa, ni siquiera era su nombre clandestino, sino que la persona que la envía como referencia a mi papá en la nota que ella escribe dice “aquí te mando a Titina” para no poner su nombre verdadero, y después viene la historia que te podrán contar mis hermanas. Desde ahí quedó Titina, yo nunca le he podido decir Ana Olivera, ella dice que las únicas personas que le dicen “Titina” somos nosotros, su familia chilena y para nosotros es muy significativo.


Daniel Palma y Elfrida Sepúlveda frente a la casa de Barrio Borro.



¿Cómo fue comenzar a recibir extranjeros exiliados en su hogar?


Elfrida:

A partir del año 70 se produce el arribo de Salvador Allende al poder, meses antes de que ustedes tuvieran el Golpe de Estado en Uruguay. En ese momento dada la situación que se estaba viviendo en Uruguay, surge una necesaria salida, un éxodo de uruguayos (fundamentalmente tupamaros, pero de distintos movimiento y partidos de izquierda que estaban siendo perseguidos en Uruguay).


En un principio fueron entre 70 y 100 uruguayos acogidos por el gobierno de Salvador Allende, sin embargo hacia el final de su gobierno en el 1973, entre 1500 y 3000 uruguayos salieron al exilio en Chile. En ese momento dado el gobierno popular en Chile se consideraba el lugar más seguro, y los uruguayos viajaron pensando que iba a ser una cosa transitoria, que iban a estar unos meses para volver a seguir haciendo su lucha en Uruguay.


En el año 1972 mis padres recibieron a los primeros uruguayos en Santiago de Chile, fueron enviados por personas que habían estado vinculadas con la Obra Ecuménica en Barrio Borro. Así fue que empezó a llegar a nuestra casa uno, otro, luego llegaron tres, cinco y después diez.


Nosotros vivíamos en una población al sur de Santiago, en una casa que tenía tres dormitorios, pero éramos 6 hijos, entonces una casa chiquitita, dormíamos como se podía, amontonados. Al lado estaba la iglesia de la comunidad pentecostal y mi padre empezó a hacer un trabajo muy importante con las personas de esta comunidad cristiana, nuestros tíos, parientes, amigos y gente de la congregación cristiana empezaron a recibir a uruguayos en sus casas, eran cristianos pero sin militancia política.


En el funeral del papá se habló de que llegaron más de 200 uruguayos a través del programa que organizó. Empezaron a llegar de a goteras pero de repente eran muchos y lo que se hizo fue organizar sus estadías con distintas familias e iglesias; eso ya no dio abasto y tuvieron que construir tres casas prefabricadas de madera que eran hogares para recibirlos. Fueron más de 200 uruguayos que tuvieron que ver directamente con la acción de nuestros padres.


¿Qué implicó convivir con exiliados de Uruguay?


Daniel:

Nosotros como hijos nunca nos enteramos en detalle de la experiencia de cada uno, siempre fueron muy discretos, muy amables, muy cordiales. La mamá cuando llegaban con mucho sufrimiento, violadas gravemente, con experiencias de violencia tan duras las acogía como hija y las abrazaba.


Elfrida:

Los uruguayos se fueron integrando a las actividades de la comunidad para que pudieran trabajar, por ejemplo construyendo casas o en la feria. Uno de los uruguayos Carlos (se hacía llamar) casado con la Zully tuvieron un bebé en Chile, ella salió de la cárcel de Montevideo y podían elegir entre estar en la cárcel o salir deportado y salió directamente de la cárcel al aeropuerto, llegó con lo puesto, y ellos vivieron en la casa de unos tíos durante mucho tiempo.


Foto del grupo juvenil de la Iglesia Ochagavía. Abajo a la izquierda está el uruguayo “Carlos” casado con Zully.



Sergio:

Nuestra casa no dio a basto y se tuvo que conformar una red de apoyo para esta iniciativa, al principio con familiares y personas de la misma iglesia. Era una época polarizada desde el punto de vista político y eso en nuestra familia se manifestaba, como sobrinos sabíamos quiénes eran conservadores y quiénes de izquierda, pero a pesar de esa diferencia recibieron en sus casas a tupamaros conociendo las consecuencias, sobre todo después del golpe militar en Chile. Esto es muy significativo porque a pesar de esa diferencia hubo una común solidaridad de recibir y acoger a esta gente perseguida aunque implique arriesgar la vida de su propia familia.


Daniel:

Cuando llegaron los primeros uruguayos rápidamente se organizaron a buscar sus propias casas, se autogestionaron sin estar asociados a ninguna organización, sólo la red de personas que tenían ellos como tupamaros. Había ocho uruguayos viviendo con nosotros cuando se dio el “tanquetazo'' que fue un preámbulo al golpe militar un mes antes del golpe de Estado. Con una experiencia distinta a la nuestra entendieron esos signos con mucha rapidez, todos los uruguayos abandonaron las casas de las familias por un tema de seguridad, ellos sí sabían lo que era el golpe y la represión militar, para nosotros seguía siendo una utopía y teníamos esperanza. Nos llegó el golpe de estado sin ningún uruguayo en casa.


Cuando se da la noticia de que Allende muere (dijeron se suicidó pero todo el mundo sabía que lo habían matado) en 1973, comunicaron que todos los extranjeros tenían que presentarse a las comisarías, de no hacerlo, se iba a aplicar la Ley Marcial y eso significaba que podían ser fusilados; ese fue un golpe fuerte porque nos pusimos a pensar en cada uno de ellos, porque no sabíamos dónde estaban en ese momento. Estaba esa tensión de pasar de la alegría de vivir a diario a la oscuridad, pena, dolor, susto preocupación porque todos los que me rodeaban estaban amenazados, nos podían matar a cualquiera.


Elfrida:

Los uruguayos llegan en el contexto del gobierno popular pero en setiembre de 1973 se produce el golpe de Estado y nos encuentra con esta red de uruguayos distribuidos en distintas poblaciones de la zona sur de Santiago.

Con más de 100 uruguayos se produce el golpe y esto se transforma en una lucha por la vida, ellos no podían salir de sus casas, ni hacer compras, ni asomarse a las ventanas.

Ellos eran muy discretos porque estaban todos los vecindarios enterados de “esta gente que hablaba distinto”, de que había uruguayos, y sabían que podían ser denunciados.


¿Qué vivencias recuerdan de aquellos años?


Elfrida:

Una fue después del golpe de Estado que hubo una denuncia a nuestro papá diciendo que albergaba uruguayos tupamaros en su casa; los tipos le dicen a mi padre que van por una denuncia de este tipo, que tenían que verificar si había uruguayos en la casa, entonces mi papá que era un tipo que tenía mucha labia, les dice “por supuesto que tengo uruguayos yo los adoro” y le dice a mi madre que por favor le traiga la libreta de familia, y dice “yo tengo a Rosita, a Ruth a Daniel y también si quieren tengo un argentino”, entonces le explicaba que se trataba de sus hijos y estos se fueron casi pidiendo disculpas. Era un tiempo donde habían muchas denuncias, mucha gente murió y desapareció; esto podría haber tenido finales macabros, fue un tiempo muy duro para los uruguayos.


En esa época empezaron a ser llevados a embajadas que estaban en condiciones de prestar asilo, mi papá gestionó un establecimiento de la Iglesia Católica para que permanecieran ahí por unas semanas mientras se iban consiguiendo la posibilidad de que fueran aceptados en las distintas embajadas.


En una ocasión con mi papá y mi hermana fuimos a la Embajada Argentina con uno de los uruguayos que tenía que presentarse allí. Al lado de esta embajada había un sitio abandonado y el uruguayo se había bajado unos metros antes para esconderse detrás de un árbol a esperar el momento oportuno para saltar a la embajada. Mi padre se pone a hablar con los policías y le dicen “no te puedes acercar te tienes que ir”, mi padre le responde que es pastor evangélico, le empieza a hablar, los tipos se ponen nerviosos y agarran la metralleta, lo apuntan y mi hermana se pone delante de mi papá; esto tomó unos minutos y permitió que el uruguayo saltara a la Embajada de Argentina y así logró asilarse. En esos minutos pudo haber sucedido un disparo, ser detenido, haber sido muerto el uruguayo que intentaba saltar; estas son las cosas que gracias al cielo podemos contarlas, como esa historia tenemos montones, varios viajes tuvimos que hacer a distintas embajadas para que puedan partir al exilio.


Daniel:

Otra anécdota fue una noche donde sentimos que alguien circulaba por la reja de afuera de casa, nos quedamos todos helados. La mamá manda a los más chicos al dormitorio porque sentíamos que eran los milicos que nos iban a allanar en cualquier momento, era como ese prepararse para una experiencia fuerte. Salí afuera a la calle y era una uruguaya llamada Susana que estaba embarazada de ocho meses, se había venido desde el refugio donde estaba escondida, algo pasó y tuvo que arrancar, eran unas 30 cuadras hasta nuestra casa, una distancia muy larga. La recibimos y Susana llorando pide perdón por llegar a la casa y ponernos en riesgo, nos decía “no tengo a dónde ir”, mi madre feliz la abraza y le dice que no tiene nada de qué preocuparse.


Susana se quedó una temporada en la casa por el tema del embarazo, evidentemente tenía que salir del país a la brevedad porque corría riesgo de ser apresada. Un domingo a la mañana después de la Escuelita Dominical todos los hermanos de la iglesia organizamos una caravana, cada auto se llenó de niños, jóvenes, familias enteras; a Susana la sentaron en el auto del tío. En un momento teníamos mucho temor porque teníamos que cruzar una población donde había mucha resistencia, pero la pasamos y no pasó nada, seguimos avanzando al norte a puro campo pelado y ahí había una edificación muy moderna de la Iglesia Católica, pero también había dos camiones de milicos con fusiles, el tío con Susana adentro con una imprudencia única hace una maniobra, acelera a fondo y todos los de atrás lo siguen y toman este camino de tierra hacia arriba; pudimos llegar sin ningún balazo a este lugar donde se queda Susana a la espera de tener un espacio en alguna embajada.

Ese acto fue muy revelador porque hubo una voluntad de servir, olvidándose de sí mismo, todos entregados a ayudar al prójimo, gracias a eso se salvó Susana y su bebé, que la tuvo a las dos semanas después de llegar.

Elfrida:

Esta es una historia que no se conoce, se sabe sólo por los protagonistas y participantes, nunca nadie ha escrito sobre esto. Aquí en Francia conocí una investigación pero habla del paso de los uruguayos en la época de la Unidad Popular en Chile desde una perspectiva política;

esta historia de humanidad, solidaridad y acogida que nos cambió la vida a todos los que fuimos parte, sólo la conocemos nosotros.

Sergio:

Yo estuve hace cuatro años en la Obra Ecuménica, me sorprendió el ADN comunitario y ecuménico que tienen, y a pesar de los años ese espíritu continúa. Yo creo que si ese espíritu no hubiese estado en el origen de la Obra Ecuménica Barrio Borro probablemente mis padres no hubiesen tenido el aprendizaje social y solidario que tuvieron en Uruguay.


Ese aprendizaje y experiencia personal es la base de su testimonio cristiano, por lo tanto haber recibido a los uruguayos era una consecuencia natural y humanitaria de cómo entendieron el evangelio, y lo empezaron a aplicar en el barrio Borro. Me impresionó mucho como con el transcurso del tiempo la Obra sigue vinculada a la comunidad, sigue entendiendo el evangelio desde una perspectiva liberadora que está al servicio de los más pobres.


Elfrida:

Lo que me queda de todo esto es como somos capaces de unirnos en humanidad y solidaridad, todas las personas que estuvieron vinculadas se vieron desafiados por una realidad que no te da la posibilidad de pensar si estás en desacuerdo o no, si es de mi ideología o no, tenías que reaccionar porque una vida estaba en juego.

No se trata de caridad, se trata de solidaridad, humanidad, como creamos juntos comunidad; y eso es lo que a mí me queda: el vínculo de esta historia plagada de amor/dolores y el compromiso con el trabajo que están haciendo.

Rosita:

Disculpen que me sumé más tarde a la entrevista, soy Rosita una de las hijas mayores de la familia Palma Sepúlveda. Nací en Uruguay, soy profesora de formación y si yo estoy aquí trabajando en educación en las prevenciones de violencia entre los actores educativos, es por lo que viví en mi infancia y la presencia de los uruguayos en mi casa. No es casualidad que soy profe, que mi foco ha estado en la promoción de los derechos a la infancia y cómo aprendemos a vivir juntos sin violencia, esto es porque fui testigo de violencias fuertísimas a muchos uruguayos y uruguayas. Yo creo que es una semilla que sigue germinando y todavía sigue dando frutos.

Sergio:

Quiero que transmitas nuestro cariño a la comunidad de Barrio Borro porque somos parte de esa comunidad, este momento de entrevista fue significativo porque nos permite mantenernos unidos con ustedes.


Daniel:

Desde que me enteré que iba a existir esta entrevista he estado muy emocionado y conectado, hay algo que queda en nuestras vidas que es superior a toda teoría, supera lo real. Yo no me explico por qué siento amor por ustedes pero lo siento. El hecho de que ustedes existan es prueba de que lo que ahí surgió fue verdadero, y sigue siendo verdadero.



Escribe

Federico Sánchez Toniotti




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